Una siniestra lección para Iraq
La ofensiva del Tet 40 años después
redpepper
Traducido para Rebelión por Germán Leyens |
A fines de enero de 2008 se cumplió el 40 aniversario de un evento que sorprendió al mundo, cambió el curso de la historia, y sigue preñado de lecciones para nuestros días. En las primeras horas del 31 de enero de 1968, soldados del Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur y el Ejército de Vietnam del Norte lanzaron lo que llegó a ser conocido como la Ofensiva del Tet (Coincidió con Tet Nguyen Dan, el nuevo año lunar) contra los ocupantes estadounidenses y su gobierno títere.
Los insurgentes atacaron simultáneamente en todo el país, en más de cien ciudades y localidades, de Pleiku en las tierras altas a Danang en la costa, de Khe Sanh en el norte al Delta del Mekong en el extremo sur. El historiador estadounidense Stanley Karnow describe la Ofensiva del Tet como una ‘ofensiva sorpresa de extraordinaria intensidad y de sorprendente alcance... que por primera vez llevó audazmente la guerra de su marco rural a una nueva arena – las áreas urbanas supuestamente impregnables de Vietnam del Sur.’ Al ser atacadas las comisarías, los barracones militares, prisiones y oficinas gubernamentales, sólo las bases fuertemente fortificadas de EE.UU. se mantuvieron seguras, y los insurgentes rompieron incluso los muros en algunas de ellas. Lo más espectacular fue cuando un grupo de 19 comandos se abrió paso hasta el complejo de la embajada de EE.UU. en Saigón, donde resistió durante seis horas y media – tiempo suficiente para que las imágenes de su rebeldía fueran transmitidas a todo el mundo.
Hue, la antigua capital y tercera ciudad del sur por su tamaño, fue sólo recapturada por EE.UU. después de veinticinco días de feroces combates casa por casa. Ambos lados cometieron allí atrocidades contra la población civil y, al terminar la batalla, 116.000 de la población de la ciudad de 140.000 fueron dejados sin vivienda. EE.UU. había perdido 216 soldados; sus oponentes entre 3.000 y 5.000.
En todo el país, las pérdidas del FLN y de los norvietnamitas alcanzaron proporciones aterradoras. Tal vez haya muerto una mitad – 45.000 – de los soldados involucrados en la ofensiva inicial. Lo que es más, no pudieron conservar ninguna parte del terreno que habían capturado. El objetivo había sido precipitar un levantamiento popular en el sur. Cuando no se materializó – en parte porque el Partido Comunista era débil entre los trabajadores urbanos – prevaleció el armamento superior de EE.UU.
En su notable novela, “The Sorrow of War,” el escritor vietnamita (y veterano del conflicto) Bao Ninh, describe la terrible retirada de Saigón de los insurgentes, perseguidos por tierra y aire por las fuerzas de EE.UU., arrastrando en camillas a sus heridos a través de las montañas, la maraña selvática y el terreno convertido en polvo por los B52. En menos de una quincena fueron rodeados dos veces, y dos veces rompieron el cerco, combatiendo intrépidamente... Carecían de alimentos y sus unidades habían sido despedazadas...’
La contraofensiva de EE.UU. fue feroz e indiscriminada. Las áreas urbanas en manos del FLN fueron pulverizadas. Dentro de dos semanas, 630.000 civiles vietnamitas se convirtieron en refugiados. El 7 de febrero, cuando EE.UU. recapturó el terreno baldío que había sido Beltre, la ciudad del delta del Mekong, un mayor estadounidense explicó a la prensa: ‘Fue necesario destruir la ciudad para salvarla.’ Poco después, mientras purgaban Saigón de presuntos colaboradores, el general Ngoc Lona, jefe de la policía nacional de Sudvietnam fue filmado mientras asesinaba calmadamente a un prisionero maniatado disparándole en la cabeza. Esta imagen también circuló por el mundo, debilitando aún más las afirmaciones estadounidenses de su intención moral. Lo peor aún no había pasado – aunque el público no lo supo hasta dos años después – cuando, el 16 de marzo, soldados de EE.UU. entraron en la aldea de My Lai y masacraron a 500 campesinos desarmados, en su mayoría mujeres y niños.
La Ofensiva del Tet es descrita a veces como un desastre militar que se convirtió en un triunfo político. Años más tarde, el general Tran Do, uno de los arquitectos de la ofensiva, comentó: “Con toda honestidad, no logramos nuestro objetivo principal, que era incitar levantamientos en todo el sur. A pesar de ello, infligimos fuertes pérdidas a los estadounidenses y a sus marionetas, y eso fue un gran logro para nosotros. En cuanto al impacto en EE.UU., no había sido nuestra intención – pero resultó ser un resultado afortunado.”
Para un público estadounidense formado en la creencia en la supremacía sin igual de EE.UU. en lo militar y moral, Tet fue un choque. Durante tres años, le habían asegurado que la guerra en Vietnam estaba siendo ganada. Sólo el 21 de noviembre de 1967, el general William Westmoreland, comandante de EE.UU. en Vietnam, había informado a los crédulos medios que los comunistas eran “incapaces de montar una ofensiva importante.”
La Ofensiva del Tet hizo insostenible la disparidad entre las afirmaciones del gobierno de EE.UU. y la realidad en el terreno. El movimiento contra la guerra que había estado ganando fuerza durante dos años, fue vindicado. Voces influyentes en los círculos gobernantes abandonaron la guerra. Un editorial en el Wall Street Journal formuló: “El público estadounidense debiera prepararse para aceptar, si no lo ha hecho todavía, la perspectiva de que todo el esfuerzo en Vietnam podría estar condenado.” En la primaria de Nueva Hampshire, realizada el 12 de marzo, el presidente Lyndon Johnson fue embarazado por los fuertes resultados del candidato contra la guerra Eugene McCarthy. Cuatro días después, Robert Kennedy anunció que desafiaría a Johnson en la carrera a la Casa Blanca. El 31 de marzo, dos meses después de Tet, el presidente anunció que no buscaría la reelección, y ofreció abrir negociaciones con los norvietnamitas, que aceptaron el 3 de abril.
La Ofensiva del Tet causó miedo y temblores en los corredores del poder, pero en el mundo en general inspiró a millones. El espectáculo del desafío al mayor poder del planeta y su humillación por un ejército de pobres alentó a los radicales por doquier a cuestionar jerarquías establecidas desde hace mucho tiempo. Las insurgencias estudiantiles por las que se hizo famoso el año 1968 comenzaron después de Tet, primero en Alemania e Italia en febrero, extendiéndose luego a EE.UU., y con su clímax en Francia en mayo.
Sin embargo, la guerra de EE.UU. en Vietnam continuaría con su furia destructora durante cuatro años más. La política de EE.UU. cambió después de Tet: hacia lo que llegó a ser conocido como “vietnamización,” en la que el riesgo para los soldados de EE.UU. fue limitado y se aumentó la dependencia del poder aéreo. Las bajas estadounidenses fueron continuamente reducidas, de 16.000 en 1968, a 6.000 en 1970 y 600 en 1972. Mientras tanto, sin embargo, las bajas del otro lado aumentaron sin parar. Tal vez la mitad de los 5 millones muertos durante el conflicto EE.UU.-Vietnam (según cifras del gobierno de Vietnam) perecieron durante estos años posteriores al Tet. Vastas superficies del país fueron destruidas e intoxicadas. En mayo de 1970, EE.UU. expandió la guerra a Camboya y Laos, matando a otros 700.000.
Ésta es la siniestra lección para Iraq. Hay pocas cosas que sean tan peligrosas como un poder imperial en retirada. Sí, la guerra de Iraq está desacreditada, sus arquitectos abandonarán pronto sus puestos, y los principales candidatos presidenciales de EE.UU. dicen que quieren reducir la presencia de tropas de EE.UU. Ninguno, sin embargo, parece dispuesto a abandonar la misión de EE.UU. en Iraq, que es también apoyada por una serie de fuerzas corporativas, especialmente las compañías petroleras. Como mostró Vietnam, la alternativa a una retirada rápida y completa no es un compromiso feliz, sino una prolongada devastación.
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Este artículo apareció primero en The Hindu
http://www.redpepper.org.uk/article1054.html
http://www.zcommunications.org/znet/viewArticle/16810
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