La verdad sobre la caída de Fujimori
Autor: Francisco Tudela
Fecha: 19 de noviembre de 2005
Una reciente entrevista que me hizo un diario limeño ha dado lugar a ciertas pasiones, al haber declarado no tener amigos en la clase política peruana; me reafirmo que en toda ella, no sólo en un sector en particular.
Unos tergiversan mis declaraciones acusándome de odiar al ex presidente Fujimori, para así crear la discordia y sorprender a sus partidarios. Una ex ministra –que no ha leído la entrevista–, me pide que “perdone”, que no “odie” y que algo debió pasarme en la Embajada japonesa, deslizando además la insinuación de mediocridad. La perdono. No la odio.
Chavín de Huántar
Claro que pasó mucho en la Embajada japonesa. Vi las entrañas del Perú. Y al salir de allí seguí viéndolas, como hoy sigo viéndolas. Fue una iniciación y un tránsito a otra dimensión de la comprensión de la política, donde la vida humana no es más que una ficha en la mesa de los grandes jugadores. También comprendí en toda su magnitud lo que significa que algunos deseen la muerte de otros. Y no me refiero a los terroristas.
Pocos días después de Chavín de Huántar, estando en el Hospital Militar, apareció en mi cuarto un “comando de la Embajada”, que, preparando un futuro “montaje” de inteligencia, había sido enviado para leerme un poema adulatorio e infantil –que hedía a falsedad–, con la falsa ilusión de que así se ganaría mi confianza. El montaje se materializó en noviembre de ese año. El “poeta” –al cual años después vi condecorar en el Pentagonito, seguramente por su talento lírico– apareció en mi casa y me transmitió una amenaza de muerte del MRTA con dos fechas: 28 de noviembre de 1997 y 4 de diciembre de 1997, esta última fecha el cumpleaños de mi hijo. No me la creí.
Esa noche la amenaza fue confirmada por el Presidente de la República. Entre las opciones que se me presentaban, opté por la que preservaba mi libertad: viajar a los EE UU. Tres años después, durante la segunda legislatura ordinaria del Congreso, leí la trascripción del video 1792 y me quedó todo muy claro.
Sobre Fujimori
Y esto me lleva de lleno a mi opinión del presidente Fujimori. Desde mi punto de vista, fue el mejor Presidente que mi generación tuvo. Le estoy infinitamente agradecido por haberme nombrado Canciller en un momento muy difícil de las relaciones exteriores del Perú, y, más aún, por haber confiado en lo que yo hacía. No digo nada de la confianza depositada en mí al pedirme que sea su vicepresidente, contra la voluntad de muchos de sus partidarios y también de la cúpula delincuencial de las FF AA y de su jefe máximo, el innombrable asesor de inteligencia. Así, pues, ni odio ni rencor: sólo agradecimiento.
El periodista del diario local me pregunta si me arrepiento de haber colaborado con el gobierno del presidente Fujimori. No contesto. In pectore, en un primer momento me arrepentí de haber aceptado la postulación a la Vicepresidencia –por la persecución política, la difamación y el odio que posteriormente gran parte de la élite político/periodística/intelectual desencadenó contra mí y que mi familia padece en el “autoexilio” que fue impuesto por las circunstancias, pues hubiese preferido quedarme en mi país–.
Pero, reflexionando sobre esto, hoy (ayer) 19 de noviembre de 2005, creo que mi craso error, por una visión equivocada del bien común, fue mi renuncia a la Vicepresidencia. Me declaro culpable de haber pecado por omisión y de haber abierto las cloacas para el surgimiento de una marea insalubre.
La caída
La caída del presidente Fujimori se debió esencialmente a la acción de los EE UU durante el año 2000. El Presidente sumó errores de política exterior: compró MIG 29 en secreto a Bielorrusia, lo que causó la furia de los lobbies de la Lockheed, la Mac Donell Douglas y otras firmas que empezaron a actuar contra el Perú en el Senado americano. Querían vender F-16, recibiendo inclusive en Torre Tagle la visita del embajador Alvin Adams con una oferta en ese sentido. Pero los MIG 29 ya estaban en viaje y el destino del Perú ya se tambaleaba.
Cuando me enteré de la compra de los MIG 29, mi primera reacción fue lamentarme ante el Presidente de que no hubiesen comprado aviones en Europa Occidental, como acertadamente había hecho en el pasado el presidente Belaúnde. Toda compra de armas es una alianza política y Bielorrusia nunca podría hacer nada por nosotros.
La compra también desencadenó la furia de los representantes peruanos (¿?) de la fábrica MIG en Rusia, que según parece se sintieron birlados de la participación en una jugosa comisión, lo que aún debería investigarse a fondo. Insólitamente, recibí en mi despacho al embajador de Rusia trayendo una nota de protesta de la Federación Rusa por esta compra a Bielorrusia. Nunca un Estado presenta una nota diplomática sobre operaciones comerciales que no le gustan, pues eso no pertenece al ámbito del derecho internacional. Eso mostraba colusión ilegal entre los intereses privados de los ocupantes del Kremlin y sus representantes peruanos (¿?).
Plan Colombia
Cuando en 1999 el Presidente se lanzó contra el Plan Colombia, en una presentación en la Universidad de la Defensa en Washington, selló su suerte y la del Perú. Los norteamericanos sintieron sus intereses en la subregión directamente atacados y decidieron derrocarlo. Meses antes de ofrecerme la Vicepresidencia, el presidente Fujimori me confió su intención de presentarse a las elecciones del 2000. Yo estaba de paso en Lima y veía desde los EE UU el desarrollo de los acontecimientos. Con sinceridad, le dije que sería derrocado. A pesar de ello, meses después, acepté acompañarlo en la plancha presidencial, pues desaprobaba de sus contrincantes. Pero lo hice a sabiendas. Mi mujer dice que vivo en el siglo XV. Admiro las virtudes del Siglo XV. Todo jefe tiene sus defectos, pero los defectos no derogan el deber de lealtad.
Cuando el periodista del diario local me pregunta si creo que el presidente Fujimori puede postular nuevamente digo que no me importa, añadiendo: puede ser Fujimori, Julio César, Napoleón o Carlomagno. No descarto ni afirmo la posibilidad, sólo señalo mi indiferencia frente a los designios de la Providencia y mi desafección hacia la infame vida política peruana y la persecución subsiguiente, que, siendo menos importante que el destino del Perú y mi relación pasada con el presidente Fujimori, no es materia de este artículo. Pero creo que en esa lista está en buena compañía, pues sus contrincantes no le llegan ni al tobillo.
Intereses adversos
La colusión formidable de intereses adversos al presidente Fujimori era insuperable. Cuando Soros dio un millón de dólares a Toledo para la Marcha de los Cuatro Suyos, no daba dinero para una campaña electoral, lo que hubiese sido lícito, si bien incorrecto. Daba dinero para financiar la toma de Palacio de Gobierno por la violencia y el derrocamiento del gobierno, lo que es un delito constitucional en los EE UU y en el Perú. El delito se llama sedición y aunque los procuradores, jueces y fiscales se quemen los párpados como Miguel Strogoff, sigue siendo un delito punible que no ha prescrito, pues se intentaba derrocar a un gobierno limpiamente electo en 1995 y que aún no terminaba su mandato. Yo acompañé al presidente Fujimori en Palacio esa horrenda noche del asalto de la turba, sin saber si saldríamos vivos de ese episodio.
Cuando la partidocracia montó el cuento del fraude electoral, terminó de desenrollar las banderas de la antipatria. Respaldados por el embajador Jett de los EE UU, por el Departamento de Estado, por la plata de Soros, la fingida histeria de la prensa norteamericana e inglesa, y el dinero de los traficantes de armas, se hizo pasar la falsificación de firmas de un oscuro movimiento, vinculado al asesor de inteligencia, llamado “Perú al 2000” –que nunca llegó a inscribirse en el JNE–, como la inscripción fraudulenta de “Perú 2000”, una agrupación limpiamente inscrita desde mucho antes en el JNE.
La OEA
Terminadas las elecciones del 2000 y delante del presidente Fujimori le pregunté al supervisor de la OEA, embajador Stein, frente a todo su equipo internacional: “Dígame embajador, ¿hubo fraude electoral? ¿Alguien manipuló los votos? ¿Alguien cambió las urnas? Stein enrojeció de vergüenza y dijo que no, que no hubo fraude electoral, sino manipulación de medios de comunicación. Pongo a los presentes y a Dios por testigo de la absoluta verdad de lo que digo. Pero Stein, que seguramente recibía instrucciones del dueño de la OEA, nunca dijo la verdad en público.
Leyendo el Washington Post y el New York Times durante la última campaña electoral en la que triunfó el presidente George W. Bush, he sido testigo de una gran y auténtica manipulación de medios –fracasada–.
Los traidores
Para terminar. Una cosa es el presidente Fujimori y otra sus adláteres, esos que gritaron “Tudela Jamás” y que querían hacerme presidir las Juntas Preparatorias del Congreso, pero negarme la Presidencia del mismo, que legítimamente me correspondía por haber obtenido 840,000 votos preferenciales. Fui donde el innombrable asesor –al enterarme de esto– a sondear su opinión, pues me habían dicho que él había determinado esto. Naturalmente no se contradijo y falsamente me aconsejó “que me guardara”, que “no era el momento”. Existe el audio de esta conversación en el Congreso de la República, para beneficio de la historia.
Habiendo verificado la obediencia al “asesor” de por lo menos dos tercios de mi bancada, tomé un avión a Holanda y no presidí las Juntas Preparatorias. Si bien les perdí el afecto, no los odio y los perdono por su traición.
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Nota: Consideramos que es de interés para visualizar el desarrollo del Fujimorismo en el Perú, reproducir esta nota publicada el 10th November 2014 por Frank K.T., ya que encierra pasajes de nuestra historia hasta ahora desconocidos que sirven para allanar el camino de las luchas del pueblo peruano en conjunción con el impulso del Fujimorismo, haciendo aclaraciones muy importantes que han pasado desapercibidas por los medios periodísticos, desenmascarando la farsa de la "marcha de los cuatro suyos", desentrañando la denuncia contra el Plan Colombia que formuló el Presidente Fujimori y otros hechos que deben ser ventilados y conocidos por todos los peruanos, asi como la forma en que los medios financieros norteamericanos promovieron el golpe de estado contra el Presidente Fujimori, en cuyo financiamiento y traición también participó la "internacional socialista" de Raúl Alfonsin quien llegó al Perú premunido de "valijas diplomáticas" que no fueron revisadas en la aduana, repleto de millones de dólares para financiar la "marcha de los cuatro suyos" en el golpe de estado que contó con el apoyo de toda la "izquierda" pro terruca.-
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