2014: Cuatro grandes crisis en las que Europa está
enfrascada
Shen Xiaoquan, investigador del Centro de Investigación de
Asuntos Internacionales de la Agencia de Noticias Xinhua
Hay un dicho en francés que dice: “El que no haya noticias
es buena noticia”. Antes, los medios de comunicación no difundían muchas
noticias sobre Europa, lo que demostraba que ahí se disfrutaba de una buena
vida. Una mirada retrospectiva al casi finalizado año de 2014 revela que Europa
se convirtió en un foco noticioso en el que las malas noticias llegaron en
tropel. Sin importar que vinieran del terreno económico-social o del campo de
la seguridad política, Europa se batió en una crisis de la que le ha resultado
extremadamente difícil liberarse.
Cuatro aspectos en los que se ha concentrado la incesante
crisis de Europa
1.- Las sombrías perspectivas económicas
El periodo más acuciante de la crisis de deuda de Europa,
que estalló en 2010, es cosa del pasado. No obstante, aún no se ha marcado el
inicio de la tan anhelada recuperación económica generalizada. Los reveses
causados por las secuelas de la crisis de deuda, por las dificultades en la
reforma estructural, por el resultado restrictivo que produjo la austeridad
fiscal obligatoria, a lo que se añadió el impacto de la crisis de Ucrania en el
entorno comercial, condujeron a que oscilara el bajo avance del crecimiento
económico de Europa. A partir del segundo trimestre de este año comenzó un
estancamiento de la eurozona con un crecimiento económico registrado de cero.
Incluso la primera potencia económica de la Unión Europea, Alemania, que se
destacó durante la crisis de deuda, tiene hoy dificultades para hacer frente al
deteriorado entorno comercial. El comercio es el pilar de Alemania. La partida
comercial de Alemania es enorme con Rusia y con los países de Europa del Este,
sin embargo, tras la crisis de Ucrania, las sanciones impuestas a Rusia por
Occidente causaron directamente el estancamiento y la contracción comercial de
Alemania con estos países, y el deteriorado entorno externo restringió la tasa
de crecimiento económico de Alemania. Francia experimentó peores adversidades:
La elevada deuda y el déficit masivo continuaron escalando hasta alcanzar sus
niveles más notables, lo que hizo que Francia se convirtiera en “el peor
alumno” de la eurozona. Funcionarios de Francia divulgaron en septiembre que el
déficit fiscal gubernamental de este año aumentó 4.4% en comparación con el
4.3% del año pasado, y que en 2015 continuaría manteniéndose en un nivel de
4.3%, sobrepasando persistentemente la línea roja de 3% de la eurozona.
2.- El avance de la ultraderecha
La agravada crisis económica-social ha generado un
sentimiento popular de inestabilidad y una pérdida de confianza, mismos que se
han convertido en fenómenos sociales comunes en cada país de la Unión Europea,
y estos materializados en el terreno político se convierten en caudales de
ultraderecha y de euroescépticos. Esto quedó verificado en mayo de este año en
los resultados de las elecciones del Parlamento Europeo. En estas elecciones
conocidos opositores de la Unión Europea, el Frente Nacional Francés y el
Partido de la Independencia del Reino Unido, lograron contundentes victorias,
impactando significativamente en la corriente principal de los partidos
políticos del Parlamento Europeo. Tómese como caso el Frente Nacional. Este
partido sacó ventaja del sentimiento popular antieuropeo y con la consigna de
“la Unión Europea tarde o temprano colapsará, Francia debe salir del euro”,
consiguió el apoyo de un creciente número de votantes. Partidos de ultraderecha
como el Frente Nacional francés, que sacan ventaja de la oposición a la Unión
Europea como forma para ganar votantes, son un fenómeno extremadamente común en
Europa, y con esto puede observarse la gravedad de la pérdida del apoyo popular
por la Unión Europea. La élite europea distanciada de la gente ha llegado a su
fin.
3.- La popularización del separatismo
El 18 de septiembre quedó marcada como una fecha inusual. La
celebración de ese día del Referéndum para la Independencia de Escocia hizo a
todos los europeos contener la respiración a la espera de los resultados. Ya
fuera en opinión de los ingleses o de los europeos, este hecho marcó un momento
histórico de gran relevancia e importancia. Si el grupo independentista hubiese
logrado la victoria, entonces la unión de Escocia e Inglaterra, que formó al
Reino de Gran Bretaña en 1707, y la fundación del Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda en 1801, habrían anunciado su desintegración. La desintegración de
Inglaterra habría sido un enorme revés político para la Unión Europea. Esto sin
mencionar que los movimientos independentistas y separatistas no son fenómenos
aislados en los estados miembro de la Unión Europea (como el caso de Cataluña
en España), por lo que no puede ignorarse el efecto dominó que habría generado
la desintegración. Afortunadamente, el grupo independentista en el Referéndum
de Escocia proclamó su derrota y con ello finalmente se evitó la separación de
Inglaterra. No obstante, “la sombra de Escocia” aún pulula por el cielo de
Europa.
Durante largo tiempo, Europa mantuvo constante el estado de
seguridad posterior a la Segunda Guerra Mundial. A pesar de haber atestiguado
la confrontación entre el Este y el Oeste de la Guerra Fría, Europa mantuvo en
términos generales y en el sentido básico la paz de la posguerra: la inviolabilidad
de la soberanía nacional y la no utilización de la fuerza para cambiar las
fronteras de los estados. La crisis de Ucrania alteró el estado básico de estos
dos aspectos de la posguerra. La transferencia de Crimea y la separación de
Ucrania son los temas que generan mayor ansiedad en Europa, pero lo que causa
mayor preocupación es ver que la guerra continúa en Ucrania y que no se puede
hacer nada. Anteriormente se decía que en “Europa no hay guerras”, sin embargo,
este año Ucrania, desgarrada por la guerra, e Iraq, asolado por una
confrontación de largo tiempo, han pasado a ser dos conflictos internacionales
de gran atención. De cara a la crisis de Ucrania, es evidente que Europa carece
de fortaleza para confrontar a Rusia, y por ello, Estados Unidos “ha vuelto a
Europa” para definir la agenda. La OTAN ha redoblado la formación de tropas y
Estados Unidos ha fortalecido la implementación constante de sanciones, lo que
hace que escale la confrontación de Occidente con Rusia, y que los medios de
comunicación adviertan con alarma que Europa ha entrado en una nueva Guerra
Fría. Enfrascada entre Estados Unidos y Rusia, y a pesar de estar en contra de
las acciones de Rusia, Europa extiende sus esperanzas para que la participación
de Rusia en la crisis de Ucrania se solucione por la vía política. Para Europa,
poner fin a la guerra de Ucrania es una demanda de su seguridad y no está
encaminada a hacer de Rusia un enemigo. No obstante, las acciones de Estados
Unidos han puesto en la línea de combate a Europa con Rusia. En el tema de las
sanciones, Europa no sólo debe hacer que Occidente confronte conjuntamente al
mismo enemigo, sino que también debe evitar dañar sus propios intereses
económicos y de seguridad, a lo que se añade también “la Nueva Europa” cerrando
filas con Estados Unidos y “la Vieja Europa” ejerciendo presión, lo que
arrastra ciertamente a la Unión Europea rumbo a la desesperanza y a la
disyunción.
Los cuatro puntos anteriores reflejan la cruda realidad de
Europa: la estructura de seguridad tradicional ya se ha resquebrajado, el
entorno es similar al de la Guerra Fría, Europa es empujada una vez más a la
línea de confrontación de Occidente con Rusia. Esto contraviene el plan de
seguridad de Europa tras el fin de la Guerra Fría. La preocupación de Europa es
si “el regreso” de Estados Unidos a Europa ofrece una protección confiable a la
seguridad, toda vez que la construcción de un sistema de defensa propio e
independiente aún está en papel, sin mencionar que aún no se ha podido formular
una política exterior y de seguridad común. A esto se suma que una Europa
debilitada aún debe soportar el peso generalizado del declive y los avatares de
la aún lejana recuperación económica. Por ello, la capacidad de influencia de
Europa en asuntos internacionales será indudablemente, de hoy en adelante,
limitada y débil.
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