El indulto de la izquierda
Keiko Fujimori, sin querer, logró convertir una derrota en un doble triunfo
30 de Diciembre del 2017 - 07:25 Eugenio D'Medina Lora
El indulto a Alberto Fujimori terminó desplazando a 
la meganoticia histórica del proceso de vacancia presidencial a Pedro 
Pablo Kuczynski. En apenas cuatro días se sucedieron los dos hechos 
históricos más importantes de todo lo que va del siglo 21 para el Perú. Y
 se dio fruto de una fina operación entretejida por estos dos veteranos 
zorros de la política nacional    - los demás fueron intermediarios- que
 hizo del indulto la moneda a pagar por blindar a un presidente, en una 
maniobra de jiu jitsu político sin precedentes, donde se aprovechó el 
odio ciego de la izquierda y se torció la mano a la poderosa mayoría 
congresal naranja.
Así las cosas, un hecho incontestable emerge 
nítido. Fujimori fue elevado al poder en 1990 por mano de la izquierda 
y, 27 años después, fue liberado por esa misma izquierda. En su búsqueda
 fundamentalista de oponerse a todo lo que les supiera a “fujimorista”, 
terminaron incrustándose la estaca más filuda y profunda a sí mismos, 
asesinando a su más encarecido trofeo: la cabeza del expresidente que 
los había reducido a la casi nada y los había vapuleado en todos los 
campos, como nunca antes ni después en la historia del Perú.
Nada 
tuvo que ver, en todo esto, ni la derecha mercantilista conservadora, 
cuasi-aristocrática, esa que fue salvada por la propia izquierda en la 
votación por la no vacancia de la semana pasada, acostumbrada a comprar 
poder según la carta del momento, ni la derecha popular, esa que emergió
 de los cambios estructurales de los 90, con arraigo liberal y 
librecambista, que de alguna manera encontró en los últimos años algún 
referente en Fuerza Popular.
Keiko Fujimori, sin querer, logró 
convertir una derrota en un doble triunfo: salió su padre de prisión y 
consiguió, por fin, ser identificada como una política distinta de su 
progenitor, con visión propia, para bien o mal. Y, nuevamente, todo 
ganas a la izquierda. Mejor imposible. 
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